La migración humana se refiere a los procesos de migración de los seres humanos, forzada o voluntaria, consistente en el cambio permanente o semipermanente de la ciudad, región o país de residencia.1 Los seres humanos han migrado desde los orígenes mismos de la humanidad, partiendo desde un punto ubicado en África hasta poblar todos los continentes. En términos prácticos todas las personas son migrantes o descendientes de migrantes.
Las grandes migraciones humanas están relacionadas con fenómenos como el hambre, el desempleo, las guerras, las persecuciones políticas, étnicas religiosas, los cambios y catástrofes climáticas, la trata de personas, la decadencia o auge de ciertas regiones, etc. Más recientemente ha aparecido la migración por causas turísticas.
En la actual etapa de globalización, la alta movilidad de los capitales y los avances en los medios de transporte, trabajo y comunicación, han impulsado los procesos migratorios. A la vez, las políticas migratorias restrictivas y las manifestaciones de xenofobia, unidas a la documentación masiva de la identidad de las personas y los medios tecnológicos de control de las fronteras, han buscado limitar los procesos migratorios, dando origen al fenómeno social de las llamadas "personas ilegales", o «sin papeles».
A partir de la consolidación de los estados nacionales (inicios de la Edad Moderna) se distinguen las migraciones internas de las migraciones internacionales. Las migraciones internas han estado y siguen estando vinculadas a los procesos de mecanización agrícola y el consiguiente desplazamiento de la población campesina hacia las ciudades, originando el fenómeno de la urbanización. Las migraciones internacionales plantean retos que Naciones Unidas insta a solucionar en el marco de los derechos humanos, la igualdad y la sostenibilidad.
Por otra parte, la migración enfrenta también obstáculos o facilidades que se encuentran determinados por factores propios de cada país emisor o expulsor de migrantes. Usualmente este control está dirigido desde las políticas que cada oficina de migración postula. Esto se hace con la finalidad de llevar un registro de la permanencia de cada extranjero o nacional con calidad de migrante.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha propuesto que en los procesos se ponen en juego cuatro libertades y sus correspondientes derechos: el derecho a no emigrar, el derecho a emigrar, el derecho a inmigrar y el derecho a volver.
Emigración e inmigración
Los procesos migratorios internacionales modernos, implican dos momentos principales:
La emigración es la salida de personas de un país, lugar o región, para establecerse en otro país, lugar o región. La emigración implica una estimación negativa del nivel de vida de una persona y de su entorno familiar y una percepción de que al establecerse en otra parte aumentarán sus perspectivas económicas, sociales o de otro tipo o, por lo menos, de que sus esperanzas de una vida mejor se harán efectivas en el futuro.
La inmigración es la llegada a un país o lugar de personas procedentes de otro país o lugar.
La totalidad del proceso migratorio involucra también el derecho y el deseo de las personas de vivir en su tierra originaria, de volver libremente a la misma, de preservar sus culturas y de reunificar a sus familias.
Historia
La migración de los seres humanos es un fenómeno mundial y está presente en todas las épocas de la historia y en todas partes de nuestro planeta.
La historia y la prehistoria de la humanidad hace referencia a los grandes movimientos culturales, económicos, geográficos y políticos que dieron origen a desplazamientos en masa de la población, tanto espontáneos como forzados.
Las migraciones humanas prehistóricas del paleolítico, constituyeron el primer proceso efectivo en la expansión de la humanidad hace más de 60 000 años, tomando en cuenta las diversas hipótesis del origen de los humanos modernos.
En América, a partir del ingreso de los primeros seres humanos, se produjeron amplias migraciones que poblaron todas las regiones del continente .
El poblamiento inicial de América atravesando el estrecho de Bering, no se realizó durante un período interglacial, cuando se registraban temperaturas más apropiadas para las grandes migraciones, sino durante la última glaciación, ya que la acumulación de hielo en los continentes hizo disminuir el nivel del mar, creando un puente natural entre Asia y América y aprovechando la existencia de un corredor natural libre de hielos entre la capa de hielo Laurentino y el glaciar existente sobre las montañas occidentales de América del Norte (Montes de Alaska, cordillera de las Cascadas, Montañas Rocosas, etc.).
De hecho, el límite de este extenso glaciar que cubría la mayor parte del Canadá y terminaba por el noreste de los Estados Unidos está marcado por los Grandes Lagos (drenados ahora por el río San Lorenzo) y los lagos occidentales canadienses, drenados ahora por el río Mackenzie: esta amplia zona estaba cubierta por un casquete de hielo de unos 3000 m de espesor cuyos bordes forman actualmente los lagos señalados además de la bahía de Hudson, mientras que el corredor libre de hielos se ubicaba al oeste del río Mackenzie y se orientaba hacia el sur, por lo que la insolación era abundante casi todo el año.
La revolución neolítica de África-Eurasia de hace unos 9000 años y que consistió básicamente en el desarrollo de la agricultura intensiva bajo riego, trajo consigo un desplazamiento enorme de las poblaciones, en el que millones de personas abandonaron su modo de vida nómada para hacerse sedentarios. El proceso de esta primera revolución ocurrida en la historia de la humanidad está bien explicado en varias obras de V. Gordon Childe (especialmente en Los orígenes de la civilización (9 ).
La revolución neolítica americana de hace unos 7000 años impulsó grandes migraciones diferenciadas hacia Centroamérica, las áreas andinas sudamericanas y las amplias planicies orientales.
En el Oriente Medio y en el Mediterráneo oriental (Mesopotamia, Egipto, Persia, Media, Grecia, Macedonia, Fenicia) y en el Mediterráneo occidental (Cartago y Roma) la formación de los primeros imperios trajo consigo grandes desplazamientos de pobladores y soldados, que se encargaron de ocupar, tanto libremente como por la fuerza, nuevas tierras. El caso de los colonos romanos que se establecieron en la antigua Dacia (actual Rumanía) puede servir de ejemplo de estos desplazamientos.
En América, la formación de los imperios andinos y centroamericanos, impulsaron movimientos poblacionales en la región del océano Pacífico, provenientes del norte y del sur del continente, que difundieron descubrimientos como el del maíz. En el área del océano Atlántico el poblamiento fue influido por las grandes migraciones de la civilización no urbana tupí-guaraní.7
El período de las grandes migraciones sirvió para que muchos pueblos indoeuropeos se establecieran a ambos lados de los antiguos limes (límites) del Imperio romano.
En Europa, el feudalismo tuvo un efecto dual en cuanto se refiere a las migraciones de población: por una parte fijó a los campesinos al suelo, es decir, a la tierra y aldeas de los distintos feudos. Por la otra, aunque redujo el comercio, aumentó enormemente las guerras de conquista entre los feudos existentes, lo cual dio origen a verdaderas invasiones y desplazamientos masivos de la población, que fueron creciendo con el aumento y transformación de algunos feudos en los Estados Nacionales a fines de la Edad Media lo que, a su vez, determinó la decadencia definitiva del sistema feudal.
En la Baja Edad Media se desarrollaron las redes de las ciudades estado, como la Liga Hanseática en el noroeste europeo y las ciudades surgidas a ambos lados de los pasos a través de los Alpes y en las ciudades del Norte de Italia, con el predominio de Venecia, que llegó a ser la mayor ciudad de Europa gracias al desarrollo del comercio. Estas ciudades crecieron enormemente por el desarrollo del comercio y dieron lugar a grandes desplazamientos o migraciones entre el mundo rural y dichas ciudades, así como el surgimiento de otras aldeas transformadas en burgos dedicados a la manufactura artesanal que alimentaba ese comercio.
Los comienzos de la Edad Moderna marcan el inicio de los viajes de descubrimiento, la formación de Imperios de ultramar, la colonización de otros continentes y países por parte, principalmente, de los países europeos. El desarrollo de la navegación dio lugar a unos desplazamientos masivos de millones de personas que, al mismo tiempo que dieron origen a una verdadera despoblación en muchos países europeos, sirvieron para fundar y poblar muchos países nuevos, sobre todo en América, a través de un proceso que puede considerarse, al mismo tiempo, como una invasión y hasta genocidio (especialmente en los primeros tiempos) pero también como la fundación y desarrollo de un nuevo mundo con una mayor calidad de vida. La ocupación progresiva de la América del Norte por parte de los españoles, franceses e ingleses (en este orden) se hizo más intensa con el descubrimiento de oro y plata en el Oeste del territorio en 1848, pero esta ocupación, sobre todo en el siglo XIX, tuvo caracteres muy distintos a la expansión colonial en Hispanoamérica durante la época colonial.
Relacionado con la ocupación colonial de América, en los siglos XVII y XVIII, varias monarquías europeas impulsaron el secuestro y la migración forzada de millones de personas africanas hacia el continente americano, para ser utilizadas como esclavos.
El desarrollo de la Revolución Industrial dio origen al mayor proceso migratorio de toda la historia que no ha terminado aún, sino que está tomando nuevas formas: el llamado éxodo rural, que involucró a miles de millones de campesinos en todo el mundo que fueron dando origen, a su vez, al crecimiento descontrolado y excesivo de ciudades enormes.
La Gran Emigración europea (1800-1950). Relacionado con el éxodo rural desde comienzos del siglo XIX y durante casi un siglo y medio, millones de europeos pobres emigraron principalmente hacia América y Australia. Simultáneamente, América recibió grandes cantidades de inmigrantes provenientes del Medio Oriente. En Japón, durante el período Meiji, se produjo un fuerte proceso de tecnificación que 0 excedente de mano de obra, y emigraciones a distantes países cómo Estados Unidos, Brasil, Argentina, Perú, entre otros.
A partir de 1950 en adelante se ha venido desarrollando un proceso emigratorio de dimensiones incalculables en los países del tercer mundo, especialmente en los más poblados.
También relacionado con el éxodo rural, que en el tercer mundo comenzó después que en Europa, millones de personas de los países no desarrollados iniciaron un proceso de migraciones hacia Estados Unidos, Europa, Canadá, Japón y Australia, principalmente. Y la dimensión interna de esta gran emigración siempre ha sido mucho mayor que la internacional, lo que está avalado por el hecho notorio de que las grandes ciudades más pobladas del mundo actual han surgido, precisamente, en países del tercer mundo (Shanghái, Bombai, México).
Durante los años transcurridos del siglo XXI, se han agudizado los problemas de toda índole en el Medio Oriente, principalmente, problemas políticos, religiosos, terrorismo, guerras, crisis económicas que explotaron en proporciones nunca antes vistas en 2015, cuando se produjo la llamada crisis migratoria en Europa y que ha continuado sin que se vislumbre ninguna solución efectiva que, necesariamente, tiene que tener carácter global, o por lo menos, europeo.
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